Fuente: Andina
Cachicoto se convirtió en uno de los 18 núcleos del proyecto social Sinfonía por el Perú
Con la dirección del profesor Percy Herrera y el aporte de un preparador vocal, los niños y niñas de sandalias de colores brillantes y zapatillas cantan al unísono, una y otra vez: «Canto, toco, crezco».
La melodía hace vibrar a todos en Cachicoto, centro poblado ubicado en la provincia de Huamalíes, Huánuco. En esta zona del valle del Monzón convivieron durante mucho tiempo el narcotráfico, la violencia y el terrorismo.
Pero hay señales de transformación. Hace cuatro meses, por ejemplo, Cachicoto se convirtió en uno de los 18 núcleos del proyecto social Sinfonía por el Perú.
El fundador y presidente de Sinfonía por el Perú, el tenor Juan Diego Flórez, cree que el «secreto» de este milagro musical «es el compromiso de mejorar la vida de los niños del Perú que viven en situación de riesgo».
En ello coincide la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida). «La música constituye un don de dimensiones estéticas infinitas y un instrumento táctico de desarrollo social y humano», expresó, esbozando una sonrisa esperanzadora, el jefe de la oficina de coordinación de Devida en Monzón, Urías Vásquez Vargas.
Desarrollo social
Las clases del núcleo Cachicoto se desarrollan en los ambientes de la institución educativa Antonio Raimondi, donde más de 60 niños y adolescentes entre 5 y 15 años asisten para aprender música. La infraestructura mejora poco a poco.
Las flautas suenan y el maestro Percy Herrera las detiene para corregir la melodía, ajustar los tiempos, los sonidos.
“La niñez, los jóvenes, los adolescentes requieren de caminos de dignidad, y la música les brinda una posición digna en sus comunidades y pueblos”, dice en voz muy baja para no desconcentrar a sus alumnos.
Prefiere hablar del instrumento musical como un “arma” contra la marginación social. “El niño que es anónimo y pobre, cuando está con el instrumento, encuentra la vida. Se entrega con pasión. La música es una herramienta para el fortalecimiento de sus valores y el crecimiento como buenas personas. Ellos son el presente del Perú”.
Enseñar con convicción
Para el profesor, es importante tener convicción, compromiso y responsabilidad para llevar adelante esta empresa musical con los niños.
Es importante –dice– sumar energías. «Es necesario el diálogo con los padres de familia y conseguir que el esfuerzo de iniciativas como Sinfonía por el Perú y Devida no se pierda».
“Si a la gente la educas, las cosas cambian para bien”, asegura Víctor Pajuelo Santos, alcalde de Monzón. A su lado, dos niños aprenden a sacar, entre risas, algunas notas de una flauta. En otra sala, tres jovencitas solfean, siguiendo las indicaciones de su maestro.
Olinda Jara tiene 14 años. Hace cinco meses llegó al “núcleo” por consejo de su hermana. Hizo una prueba, la seleccionaron, y desde entonces acude varias veces por semana a ensayar la flauta dulce. “Es un instrumento de viento muy bonito, con una melodía que me encantó, entre grave y agudo”, explica.
Dejamos con sus pupilos al maestro Herrera, haciendo de la música un nuevo eje para el desarrollo sostenible.
Cifra
4,000 niños y jóvenes se benefician en los 18 núcleos de Sinfonía por el Perú.