El PBI peruano crecerá debajo de 4% a partir del 2019. Las reformas planetadas por PPK requieren de políticas adicionales.
Las proyecciones sobre el futuro de la economía no son muy alentadoras. El BCR estima que en dos años, el PBI empezaría a crecer menos. Pasaría de una tasa de 4,6% en el 2017 a 4,2% en el 2018, dado que se agotaría el impulso de los proyectos mineros en operación, pues llegarían a su máxima capacidad. Lo cierto es que no existen proyectos en ejecución que tomen la posta en el gobierno de PPK.
Y, a partir del 2019, la economía crecería debajo del 4%, según el equipo de investigación del BBVA, que también estima que para dar trabajo a los más de 300 mil jóvenes que ingresan a la fuerza laboral cada año, el PBI debe crecer cuando menos 4% o 4,5%.
Lo curioso es que el país tiene casi los mismos niveles de inversión (inversión bruta fija/PBI) y empleo (PEA ocupada/población total) –e incluso más– que Estados Unidos y Suiza, por citar algunas economías, pero el PBI generado por cada peruano es equivalente a la octava y decimotercera parte, respectivamente, de lo generado por cada habitante de esas naciones.
Los economistas Nikita Céspedes, Pablo Lavado y Nelson Ramírez –en su reciente publicación: “La productividad en el Perú”– explican que las diferencias en el PBI per cápita de los países desarrollados y en desarrollo están relacionadas a la productividad (de los factores) de cada uno. En otras palabras, la productividad es lo que permite a las economías crear más unidades de producto con la misma cantidad de insumos y, justamente, en este factor estamos en declive.
En ese sentido, Álvaro Quijandría, head Trade & Competitiveness del Grupo Banco Mundial, estima que la productividad en el Perú cayó 1,1%, entre el 2010 y el 2014, lo que restó crecimiento a la economía. De ahí que, si queremos crecer a tasas mayores del 4%, el nuevo gobierno debe poner énfasis en el desarrollo de la productividad y en sus determinantes.
Un plan de ajustes
La nueva administración es consciente de ello y para alcanzar sus promesas de crecer 5% anual, a partir del 2018, y llevar al Perú 19 peldaños más arriba en el Índice Global de Competitividad del World Economic Forum, ha planteado una serie de reformas para aumentar la productividad.
Estas incluyen políticas como la formalización de la economía, la reforma tributaria, un programa de infraestructura, la modernización del Estado y otros capítulos como educación de calidad y el impulso de la diversificación productiva.
Sin embargo, varias de esas políticas tienen vacíos que pueden convertirse en solo un intento más, como la estrategia para formalizar la economía, que, en el corto plazo, no contempla la flexibilización laboral, a pesar de que es uno de los principales problemas, opinan los entrevistados para este informe.
Según las últimas cifras oficiales, el 74% de las empresas en el Perú son informales; el 60% de ellas son pequeñas y microempresas (pymes), con trabajadores cuya productividad, en términos monetarios, es inferior a la mitad de la de los empleados de las grandes compañías.
Esta baja productividad, explica Hugo Perea, economista jefe del BBVA Research, empuja a pymes y trabajadores a operar en la informalidad, dado que, por el lado de las firmas, los ingresos no alcanzan para pagar el salario mínimo, y por el de los trabajadores, la productividad es muy baja como para ganar dicha suma.
De ahí que, el economista recomienda considerar la flexibilización laboral, al tiempo de revisar el salario mínimo por geografía.
En ese sentido, Quijandría, del Grupo Banco Mundial, sugiere que el tema de costos salariales, la revisión de licencias y los cambios tributarios se deban hacer al mismo tiempo para que puedan tener impacto.
Asimismo, sobre la posibilidad de que el Perú suba peldaños en el Ránking Global de Competitividad, Quijandría sugiere que las metas se tracen sobre los pilares que evalúa la medición, ya que muchas veces, el impacto de las reformas tarda en reflejarse.
Además, hoy de los 12 pilares evaluados, en 7, el Perú está más allá del puesto 80; y entre estos, los más críticos son innovación e institucionalidad, que ubican al país en el puesto 116.
Al respecto, el economista Norman Loayza ha sugerido rediseñar la descentralización frente a la carencia de instituciones efectivas, con el propósito de evitar que grandes responsabilidades caigan sobre gobiernos locales con bajas capacidades de gestión.
Fuente: El Comercio