Como es sabido, todos los 28 de julio, el Presidente de la República debe presentarse ante el Congreso para dar su mensaje anual obligatorio, el que debe contener la exposición sobre la situación del país y los requerimientos al Parlamento para que sean considerados. Una parte retrospectiva y otra prospectiva.
En el presente año existía inmensa expectativa ciudadana por el mensaje presidencial, toda vez que por declaraciones de algunos ministros y también por información de la prensa, se había corrido la idea de que habrían sorpresas, las que tratándose de un gobierno tan deficiente y enmarcado ideológicamente en el marxismo, las sorpresas no podían de modo alguno ser buenas.
En adición se dejó correr en el imaginario popular, sin ser por cierto desmentido desde el gobierno, que llegarían rondas campesinas y urbanas del interior del país, para causar el caos en la capital de la República.
Bueno pues, las sorpresas fueron distintas pues ni hubo anuncios terroríficos del presidente ni tampoco se notaron las rondas, si es que estuvieron en Lima, lo cual por cierto causó gran alivio ciudadano ya que muchas personas estaban con sicosis respecto a lo que podría acontecer este 28 de julio.
Es probable que la sensación de que existirían sorpresas en el discurso y que las rondas violentarían la tranquilidad de Lima, hayan sido inducidas, lo que acredita profesionalismo social que es imposible adjudicarlo al gobierno, dado que conocemos de su impericia, por lo que es probable haber sido proyectada por terceros, quizás asesores del extranjero.
El mensaje, en lo formal, cumplió con lo dispuesto por nuestra Constitución Política, y gracias a la sensación fabricada de alivio ciudadano, el presidente pudo omitir referirse a cada uno de los casos por los que es investigado, relativos a corrupción, como la población esperaba que hiciese.
Desde los mismos medios que propiciaban las marchas y violencia contra el gobierno de Manuel Merino, se increpaba a los parlamentarios a expresar ácidamente su disconformidad con la presencia presidencial y su mensaje. Empero olvidaron que, si el presidente tiene por obligación leer su mensaje, los congresistas a los que va dirigido, tienen la obligación correlativa de escucharlo, por más discrepancias u observaciones que tuviesen.
El presidente perdió la gran oportunidad de anunciar el cambio de su gabinete ministerial, pues es notorio el agotamiento del presidente del Consejo de Ministros, que lejos de ser apoyo a la “gestión” del jefe del Estado, se ha convertido en tóxico por su inoperancia y malas maneras, que hay veces son contagiadas a otros ministros.
Se imponía que hubiese un entendimiento entre Ejecutivo y Legislativo para una agenda común en beneficio del país, superando odios que no fructifican, lo que podría hacerse con la intervención del Acuerdo Nacional y un nuevo gabinete con personas comprometidas con el desarrollo del país.
Seguir con el discurso enfrentando al que tiene como al que no, así como a la población del interior del país con la de las grandes ciudades, es suicida e inconducente. ¡Mucho cuidado!