El Perú es un país donde todo es posible. El escándalo de “Vacunagate” ha incrementado los niveles de desconfianza en el electorado y lo más probable es que perjudique a uno y les favorezca a otros. Ahora, si a ello le sumamos los bajos porcentajes que tienen los que están disputándose el pase a la segunda vuelta es posible que alguien de “los de abajo” pueda arremeter y colocarse en el batallón de la primera línea.
¿Y cuál de ellos podrían ser? Según las encuestas de IEP, López Aliaga, quién en menos de un mes ha remontado y desplazado a Guzmán, Urresti, Acuña y De Soto, y ahora va por Mendoza y Keiko quienes por el momento están por encima de él.
López Aliaga es el candidato de derecha, liberal en economía, pero conservador y reacio a los derechos civiles de las minorías. Ha pegado en un segmento importante de la población, porque recoge los miedos del sector conservador religioso, homofóbico y contrario al aborto. Su electorado es de la clase ABC concentrado básicamente en Lima, en su mayoría hombres y de educación superior lo que hace un voto duro de roer.
Una ventaja adicional que tiene López Aliaga es su exposición permanente en los diferentes medios de comunicación, además de la sencillez y la fuerza de los mensajes con la que se dirige a los electores, lo que le ha permitido un crecimiento importante en los dos últimos meses.
Como lo señalamos en esta columna, disputa el espacio fujimorista y ha logrado capitalizar la caída de Hernando De Soto y el tímido crecimiento de Keiko Fujimori. Lo más probable es que su tendencia decreciente vaya en detrimento de estos dos candidatos percibidos por los electores como fujimoristas. Pero además de ello hay que hacer notar que también ha jalado a un sector que no pensaba votar por nadie.
Podría haber crecido más, pero despliega una soberbia descomunal, y esto en campaña tiene efectos adversos; solo tendríamos que recordar cómo le fue a Lord Barnechea cuando rechazó la invitación a probar un chicharrón. Otro aspecto que juega en su contra es que los grandes empresarios no son bien vistos, por lo ocurrido con Odebrecht y la vinculación de éstos con la corrupción. Finalmente, ni las mentiras, ni la exageración, son buenas consejeras en campaña. Fue un error lo de las cartillas que inducen a la homosexualidad de los niños que luego fue desmentido por el Ministerio de Educación. Mentir en campaña y ser descubierto es un pecado mortal que los electores no perdonan, si no pregúntenle a los expresidentes Alejandro Toledo o a Martin Vizcarra.
Si bien los segmentos a los cuales López Aliaga logra tener una mayor llegada (A, B y C) son una minoría en relación al resto (D y E) juega a su favor la desconfianza y los bajos porcentajes que tiene los candidatos que están por encima de él. Solo bastaría subir a 10% para desplazar a Mendoza y Keiko y asegurar su pase a la segunda vuelta.
Si el candidato López Aliaga en el último tramo regula su soberbia, pone en tapete el esfuerzo desplegado por la gran empresa, sobre todo del sector extractivo, en la lucha contra la pandemia, y reduce a cero el número de mentiras que dice, es posible que le pueda ir mejor.
Sencillito y reguladito le podría verse más bonito. López Aliaga podría ser la gran sorpresa.