Aunque parezca increíble, todavía hay un considerable número de congresistas que creen que podrán coexistir con un gobierno como el actual, portándose bien, cuando todas las señales van en sentido contrario. De todas maneras los van a echar.
Dos recientes votaciones en el Congreso han demostrado que la oposición puede tomar decisiones que no le gustan al Gobierno. La ley que obliga a cremar los restos del peor genocida de nuestra historia, contó con la firme oposición de los admiradores del criminal, que se opusieron en bloque pero fueron derrotados.
La otra decisión parlamentaria que ha irritado a los herederos de Sendero Luminoso en el gobierno, es la acotación de la cuestión de confianza, aprobada también por una amplia mayoría. Eso disminuye las posibilidades de que cierren el Congreso arbitrariamente, como hizo el Lagarto en septiembre de 2019. Y todavía hay otros varios proyectos que persiguen el mismo objetivo.
Sería el colmo de la ingenuidad pensar que los comunistas en el Gobierno se resignarán tranquilamente al equilibrio de poderes, normal en una democracia, pero intolerable para los autoritarios como ellos, que además lo han dicho muchas veces en la jerga marxista leninista en la que habitualmente se expresan ante sus bases: han llegado al gobierno pero ellos quieren el todo poder.
Y el poder total es lo que hay en Cuba, Venezuela y Nicaragua, dictaduras que controlan todas las instituciones del Estado, desaparecen la libertad de prensa y persiguen a los opositores y disidentes.
Otra característica distintiva de este gobierno es que nombra funcionarios claramente incompetentes, con prontuario, investigados por terrorismo, etc., y no se inmuta cuando las evidencias son mostradas por los medios de comunicación y la ciudadanía los rechaza.
Esa absoluta insensibilidad ante la opinión pública es una característica distintiva del autoritarismo. Ningún gobierno democrático, de ningún signo, se comporta de esa manera.
Un caso típico es el de Íber Maraví, comprobadamente miembro del Conare, es decir, de la facción de Sendero Luminoso de Abimael Guzmán, señalado además en atestados policiales como un activo terrorista en Ayacucho a principios de la década de 1980. Él no solo permanece impertérrito, respaldado por Pedro Castillo, sino realiza declaraciones y provocadoramente organiza manifestaciones de respaldo. ¿Se atreverá el Congreso a censurar a Maraví?
Entretanto, los comunistas avanzan a toda velocidad en su propósito de convocar una asamblea constituyente, mediante la cual establecerán una dictadura socialista. No vacilan en usar los recursos del Estado para ello. Por supuesto, esa asamblea asumirá todas las funciones legislativas y ahí disolverán el Congreso.
Habría que ser redomadamente tonto para creerles cuando dicen que la constituyente coexistirá con el Parlamento. O detenerse en las exquisiteces legales que les impedirían convocarla.
En suma, es inútil que el Congreso intente mantenerse dentro de ciertos límites, su existencia es intolerable para los comunistas, los van a liquidar de todas maneras. Solo tienen una opción para sobrevivir, vacar al Gobierno.