Fuente: Diario Uno
Hace dos milenios, semana santa, recuerda la vía crucis o camino a la cruz de Jesucristo, como el camino de sufrimiento y salvación desde su captura, crucifixión y posterior resurrección. Hace 2 siglos, el Perú recuerda su independencia de la colonización española de 3 siglos y el inicio de nuestra era republicana repleta de sufrimiento, autoritarismo, dominación y explotación de diferente tipo; como si sólo hubiera cambiado el tipo de dependencia de otras potencias y la dominación de nuevas clases nacionales, en el siglo XIX España fue reemplazada por Inglaterra y, en el siglo XX Inglaterra fue desplazada por EEUU; la aristocracia española fue reemplazada por una aristocracia criolla, el militarismo, mercantilismo, gamonalismo, la oligarquía nacional y los nuevos dueños del Perú. Nuestra historia parece más de dominación que de salvación, es el viacrucis del Perú, es la vía crisis nacional.
El Perú está en permanente y eterna crisis, como permanente y eterna es su capacidad de superación; también es una historia de resiliencia y salvación; seguimos siendo un país viable, más allá de nuestros líderes, políticos y gobernantes y de la voluntad de nuestras clases dominantes, nada dirigentes. Hemos salido, una y otra vez, del caudillismo, autoritarismo y guerras internas de las primeras décadas republicanas; resurgimos de la profunda crisis post guerra con Chile; superamos el agotamiento económico, social y político de la república aristocrática; sobrepusimos al apogeo y ocaso del proyecto oligárquico y nos reinventamos una y otra vez de la crisis de la república mercantilista en que hemos devenido. Hemos sorteado problemas del pasado y creado nuevos, otros han hecho metástasis nacional como la corrupción, autoritarismo y racismo que conviven con nuestra laboriosidad, solidaridad, “emprendedurismo”, y vocación democrática. Harto mal y harto remedio en nuestra patria.
Nuestro agónico régimen político construido en el siglo pasado, fue producto de las luchas políticas e ideológicas de esa época: el aprismo, los movimientos comunistas y socialistas, las reediciones liberales, conservadoras y mercantilistas, el movimiento feminista y el siempre ninguneado movimiento indígena; la amalgama de todo ello (no asumida como tal) es la constitución política de 1979, todos lograron poner algo en su texto y dejaron fuera más de lo que querían: innovaron en derechos humanos al ponerse más acorde con los tiempos, incorporaron la economía social de mercado como el corazón del régimen económico nacional e, institucionalmente incluyeron figuras del régimen parlamentarista dentro de nuestro presidencialismo que hoy generan tantas angustias. Los partidos políticos de esa época han muerto o sobreviven con estertores, hemos visto desaparecer y resucitar al APRA, AP, PPC y a las múltiples izquierdas, otras veces reencarnarse con una visión anacrónica para nuestra época. El régimen centenario que representan es el antiguo régimen de nuestro Perú.
El actual régimen peruano es más confuso que el anterior y también está en cuestión, es nueva amalgama de la constitución de 1993 que repite mucho a la de 1979, ambas cartas, nada magnas, son expresión del antiguo régimen que poco regula y nada dirige nuestra realidad nacional; conservadores y restauradores de izquierda y derecha quienes pelean por textos violados y maculados (en manada) por sus gestores y defensores: la parte de los derechos humanos, amplia y declarativa, es cuestionada por la realidad misma en aspectos trascendentales como la vida, familia, libertad, igualdad, derechos sociales, culturales, ambientales y políticos; el régimen económico regula una economía social de mercado que nada tiene de social y muy poco de mercado y; la institucionalidad estatal ha sido tan reformada que (por introducir el parlamentarismo en nuestro presidencialismo) ha sido empeorada. Nuestra realidad está gestando un nuevo régimen, “alumbrará” otra constitución que seguro forzará meter nuestra irascible particularidad en fallidas instituciones antiguas.
Nuestro régimen actual es absolutamente mercantilista, amasa riqueza y distribuye pobreza utilizando al estado; tiene una resilente y creciente economía que vive también de la informalidad y economías ilegales atravesadas por el narcotráfico, minería ilegal, contrabando, tala ilegal, tráfico de flora y fauna, contrabando, crimen organizado y trata de personas; su régimen político sin partidos ni políticos ha sido copado por vientres de alquiler, clubes electorales y bandas criminales que ofertan aventureros, fariseos, filibusteros y delincuentes en elecciones les permiten acceder a cargos gubernamentales para ejercerlos en beneficio propio; somos un país resquebrajado social y culturalmente atiborrado de racismo, etnocentrismo e injusticia social, un país negado a reconocer a minorías de todo tipo; un régimen “desruralizador” más que urbanizador, ha tugurizado ciudades sin desarrollarlas y olvidado el campo como espacio de desarrollo; un régimen que apuesta por la explotación y exportación de materias primas más que a la transformación y diversificación productiva; un régimen centralista que “juega” a la descentralización, trafica con la desconcentración y confunde con regionalización; un régimen que navega, bucea, nada y flota en la pus de la corrupción. En todo, están nuestros éxitos y fracasos, lo que escogemos y desechamos para legislar y construir país, nuestras trabas y facilidades del desarrollo. Todo arrincona al antiguo régimen con un “desborde popular” y no popular del estado, es lo que nos resistimos reconocer y regular. Es el Perú real versus el Peru formal como diría Jorge Basadre.
Alberto Vergara (“El Triple fracaso peruano”. El País, 02-04-2023), se pregunta «¿Por qué se ha instalado esta nube negra sobre los peruanos? [Y precisa] Una razón fundamental es que la crisis presente está hecha del fracaso simultáneo de los tres proyectos políticos de los últimos treinta años: la Constitución de 1993, la democratización del 2000 y el Gobierno de Pedro Castillo. O mejor: derecha, centro e izquierda. Todos infructuosos. Todos atravesados de corrupción.» Luego añade «Cada uno de los tres proyectos tiene su reo emblemático: Fujimori, Toledo y Castillo.». Solo añadiría que el fracaso de los 3 proyectos políticos son parte de un fracaso mayor: del régimen nacido hace un siglo, que coincide con la extinción de la política, sus políticos y partidos tradicionales y el reemplazo del interés público por el interés privado.
El fracaso del inútil, matón y corrupto gobierno de Dina (seguro será su rea emblemática) ojalá sea punto de quiebre del antiguo régimen por el nuevo, siempre que la confrontación ceda a la concertación y, el interés público y nacional vuelva a ser el centro de la política, gobierno y hacer país. Jesucristo resucitó al tercer día, no esperaremos un tercer siglo para ser un Perú justo, libre y democrático, en nosotros está que así sea.