Cuando sobrevolamos imaginariamente el territorio de la amazonia, alcanzamos a ver 58 millones de hectáreas de bosques, toda una riqueza natural por debajo de nosotros, y si le damos un valor de uso del 5 por ciento del bosque, llegaríamos a los us$82 mil millones, de los cuales Loreto aportaría con us$49 mil millones. La riqueza distribuida, por el uso racional y sostenible del bosque en actividades como la forestería comunitaria, turismo rural y agroalimentación, encadenando sistemas logísticos y de valor, llegaría a cada familia en us$102 mil. Si trabajaríamos en función de un todo, de una ruta y de un plan incluyendo a las áreas rezagadas, llegaríamos a un nivel de satisfacción humana y personal de lo más alto en términos de desarrollo humano.
El tiempo pasó, y no encontramos, y tampoco lo buscamos, los aceleradores para cambiar la situación que nos agobia hoy, con secuelas de años de indecisiones y de orientaciones de política totalmente equivocadas. Hoy, el aporte del esfuerzo productivo de la amazonia (50% del territorio nacional) apenas alcanzan los 4.5 por ciento de la riqueza nacional al 2021; mientras que el grupo de personas atrapados por la pobreza (+ pobres vulnerables) alcanzan los 1.8 millones de personas (que representa el 57 por ciento de la población al 2022); ellos no tienen posibilidades de tener una vida digna y asegurar una vejez noble. Los proyectos de vida de sus niños para asegurar un transito generacional para el cambio, se sienten frustrados al estar infectados por la anemia que invade el cuerpo de 240 mil en las edades de 6 a 36 meses, siendo el dolor de mayor intensidad en la zona rural, donde las condiciones de vida es un desafío constante con luchas diarias. En estos espacios anchos y distantes donde el paisaje verde domina el horizonte, la tragedia invade todo el contorno y pinta realidades diferentes: la naturaleza y el acceso al bosque sigue siendo el camino deseado para encontrar riqueza y disfrutar de su momento, su afán no tiene límites, pues toman territorios, delimitan su espacio de trabajo y establecen una red de colaboradores para tramar acciones; allí están los buscadores de oro, los productores de hoja de coca y los traficantes de especies silvestres que no encuentran.
En territorios ricos, con abundantes riquezas naturales, la pobreza y las frustraciones colectivas delimitan un paisaje donde el futuro se convierte en incierto, casi al mismo tiempo donde la planificación y la programación dejaron de ser necesarios para diseñar y emprender políticas publicas y de dominio público, en el marco de una acción colectiva.
Estamos ingresando a la recta final de una campaña política para elegir a los jefes de pliego para los próximos cuatro años de gobierno regional, y las propuestas de los candidatos para alcanzar territorios prometedores con vínculos territoriales, sobre todo, complementándose entre sí, no se escucha como propuesta de política. Estamos en las puertas de extender la tragedia de nuestra Amazonía prometedora y rica.