Los eventos que están ocurriendo en nuestro vecino país de Colombia, y antes en Chile, son muestras evidentes de una desconfianza en el sistema político, que reniega del sistema económico adoptado y se enfrenta a un modelo de sociedad donde las clases sociales marca las diferencias por la posesión de su patrimonio constituido como por su nivel de ingresos, producto de la calidad (conocimiento) de su esfuerzo productivo, y de su oportunidad de acceso al mercado laboral. Y es en este nivel donde el Estado interviene para una redistribución del ingreso mediante la aplicación de políticas tributarias que permite reasignar recursos ya sea de manera vertical (tasas impositivas progresivas), como horizontal (tasas impositivas proporcional).
Porqué el hombre-masa1 se rebela?. Si bien los países construyeron patrimonio, acumularon capital, se diversificaron (y se crearon) mercados, generaron oportunidades laborales y la movilidad social, tan fuerte como las remesas de dinero, escalaron hacia un patrón de naturaleza insospechable; sin embargo, el descontento social (a pesar de una mayor asignación de presupuesto público en inversiones y gasto social, como la disminución de la pobreza) crecía en espiral: la distribución del ingreso formado por el ejercicio del trabajo intelectual u operativo planteaba su inequidad en un contexto donde los precios (tasa de interés, tipo de cambio e inflación) y tarifas (infraestructura por concesiones) crecían en mayor velocidad que la asignación de ingresos en una economía, en apariencia, de libre mercado. Presionado por los elementos de causa, el hombre-masa sale a las calles para expresar un malestar popular y colectivo confrontando al Estadonación su particular punto de vista, le exige renovación de su enfoque de intervención y le plantea propuestas en lo inmediato, que acaban finalmente en aceptarlos. En lo inmediato corrige errores, en lo profundo plantea un cambio en el sistema (como el fondo previsional, por ejemplo) que va cambiar para siempre las condiciones futuras en la forma y en el modo como está concebido: un sistema de distribución de largo plazo para atender un modo de vida de corto plazo.
En época de pandemia cuando el Estado-nación se convierte en un gobierno autoritario, tratando de resolver, por el mismo, los problemas de salud y de la economía, terminó por confundir sus cuentas y alterar sus resultados: el aumento del endeudamiento público compensó la baja recaudación tributaria para financiar gasto social y así evitar un mayor colapso de la actividad económica y profundizar la pobreza y la desigualdad. En la fase de recuperación, la economía se ampara en lo tributario para quitar patrimonio e ingresos por trabajo, porque no tiene capacidad de seguir financiando a corto plazo los gastos del confinamiento; y es en ese momento en que el hombre-masa se rebela, protesta e invade el suelo urbano para hacer valer su derecho a la rebelión. Una mayor carga tributaria a los que están abajo provoca reacciones en bloque, y le da una lección de economía real al Estado-nación: no puedes proponer una política tributaria recaudadora confiscatoria en un contexto de mercado laboral débil y distorsionado como efecto del aumento de la informalidad y la precariedad de los ingresos.
Nuestro país, aún con reservas constituidas y no todas de libre disponibilidad, reciben un mensaje desde las calles: que las reformas por implementar para crecer al 10.7% en el 2021 y 4.5% en el 2022 (BCRP, marzo 2021), no va pasar por un cambio en la presión tributaria, será con mayor endeudamiento (incluso reperfilar la deuda actual), liberar trabas para la inversión privada (sobre todo en actividades extractivas de mayor tamaño) y una mayor fuerza a la asociación pública-privada, y por supuesto, un contrato social.