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GUERRAS DEL INTERIOR (*)

GUERRAS DEL INTERIOR (*)

Escribe: Alberto Ríos Ramírez

La gran cronista argentina, Leila Guerriero, sostiene que “Una crónica es la noticia de un momento narrativo. El periodismo narrativo es una mirada en profundidad. Es lo contrario a la noticia, pero no es mejor. Hay un talento para la noticia, que requiere una mirada rápida y más reduccionista. El cronista, en cambio, trabaja más en profundidad, trata de entender y de decodificar una realidad compleja para contársela a un lector.”(**)

En Guerras del Interior, libro de crónicas ganador del Premio Ortega y Gasset 2016 y Gabriel García Márquez de Periodismo 2018,  Joseph Zárate, siguiendo el trazo de Leila Guerriero nos conduce a tres historias ocurridas en el Perú en los últimos años, que cruzan de manera transversal la batalla por el cuidado del medio ambiente, protección de los terrenos individuales y comunales, uso racional de los recursos, el daño que el mal uso de esos recursos puede ocasionar a los  seres humanos. Así, el lector encontrará la historia de Edwin Chota, quien dejó todo lo que tenía en su vida para ponerse al frente de la comunidad Asháninka Alto Tamaya – Saweto, y enfrentarse a los taladores ilegales de madera del bosque donde vivía. La segunda historia del libro, es la batalla sostenida por la comunera Máxima Acuña en defensa de sus tierras, frente a la empresa minera Yanacocha, donde desarrollaba el proyecto aurífero Conga y finalmente la tercera historia, es la del niño Awajum, Osmán Cuñachí,  y el enorme daño que el derrame de petróleo ocasionó en su vida.

Ahí está Edwin Chota, con su pequeña figura, mirando siempre al frente, feliz detrás de una pelota, aficionado a los rifles de caza y bailarín consumado del alegre y festivo forro brasilero. Bajo su aparente endeblez, se erige una figura decidida, firme y con convicciones en lo que cree y defiende. Ahí está también, la comunidad Ashaninka de Alto Tamaya – Saweto, ubicada en la profunda selva del Ucayali, frente al Estado de Acre en Brasil, desde donde emerge uno de los pequeños símbolos del sufrimiento y la agresión que ha sufrido la nación Asháninka. Ahí está reflejado los avatares que van desde el reclutamiento forzado para el trabajo esclavo que hacían los caucheros de los años 20 y 30 del siglo pasado para la extracción del latex, así como, el trabajo esclavo al que fue sometido el pueblo Ashaninka en los 90 por el Partido Comunista del Perú –  Sendero Luminoso, entre tantas situaciones de atropello y dolor.

 Ahí está la comunidad, con su derecho ancestral a caminar por esos bosques sin restricciones que no sean las que imponga la misma naturaleza. Su llamado por legalizar sus tierras nunca encontró respuesta del Estado, aduciendo que había sido declarado bosque de producción permanente de madera. Este impedimento fue superado en el 2015 y la comunidad fue titulada con todos los requisitos registrales que requería, pero ya una bala calibre 16 en el pecho había acabado con la vida de Edwin chota así como como de sus compañeros de ruta un año antes.  

Ahí está el Perú, con su enorme territorio amazónico cuyas comunidades nativas no se encuentran en mapas oficiales y terminan siendo pueblos fantasmas que terminan favoreciendo a intereses madereros, casi siempre ilegales, y la presencia, valga la paradoja, de un estado ausente, incapaz de aportar una solución bajo formas y en tiempos razonables que resultaban tan necesarios para desarrollar proyectos productivos, granjas, crianza de animales, producción de flores de exportación, como deseaba el fallecido dirigente. El Asesinato de Edwin Chota, representa la voluntad criminal de los madereros ilegales, pero también es víctima del silencio y la kafkiana indiferencia del Estado.

Ahí esta Máxima Acuña, parada frente a la Laguna de Conga con un palo en señal de defensa poniéndose simbólicamente al frente de su comunidad   y del otro lado el Estado, las fuerzas policiales y la minera Yanacocha. Máxima Acuña, con sus documentos que acreditan posesión y tradición en el tiempo, la minera Yanacocha con sus títulos registrales, se tienen cuestionamientos el uno al otro por el uso temporal y físico del espacio. La postura irresponsable de un candidato que en campaña pone en la mesa de debate y le dice a la población en los mítines ¿Qué es más importante el agua o el oro?, y cuando asume la presidencia intenta militarizar la zona para sacar adelante el proyecto. Surge entonces la pregunta ¿Por qué inundar de más combustible una realidad a punto de estallar? Solo por conveniencia política, falta de honestidad intelectual, cuando en realidad pudo sacarse adelante un proceso de inversión consensuada entre la comunidad, el estado y los inversionistas.

El libro nos deja un dato potente y a la vez perturbador cuando dice que “el oro no es vital para ningún ser vivo. Sirve, sobre todo, para alimentar nuestra vanidad e ilusiones de seguridad:  más del 50 por ciento del oro que se extrae en el mundo, termia en forma de joyas que adornan millones de cuellos, orejas, manos y dentaduras. Un cuarenta por ciento sirve como respaldo financiero, en forma de barras y monedas protegidas en bancos centrales. Y un nueve por ciento se usa en la industria de las telecomunicaciones (dentro de celulares, computadoras, televisores, sistemas GPS) y en ciencias de la salud (las pruebas para diagnosticar la malaria y VIH; así como tratamientos para la arterioesclerosis   y el cáncer, usan nano partículas de oro). Más allá de eso, el oro tiene menos usos prácticos que otros metales y aleaciones.” Visto así las cosas, parecen reducirse a una batalla entre la codicia y la vanidad y la irreductibilidad de los predios para el pastoreo y la siembra.

Ahí está el niño, Osmán Cuñachí, con el cuerpo bañado en petróleo por el trabajo de limpieza del vertimiento del crudo en el río aledaño a la localidad, trabajo realizado por otros miembros de la comunidad a cambio de unas pocas monedas, montos que incluso son regateados por los representantes de la empresa, la misma que paradójicamente tiene prohibido contratar a menores para dichos trabajos. Lo que los comuneros recién conocerán es que sus cuerpos, solo podrán ser aseados por baños de gasolina que generarán en el mediano y largo plazo contaminación en sus pulmones, hígado, riñón y más. El periodista Martín Caparrós, siempre reitera que La crónica será marginal, o no será y ahí está Joseph Zárate, recorriendo los márgenes de la sociedad peruana que espero nos ayude a vernos en un espejo y entender dónde podría encontrarse algún  punto de comunión que nos permita avanzar como sociedad.

(*) ZARATE, Joseph. GUERRAS DEL INTERIOR. DEBATE y Sociedad. Pinguin Random House. Lima Noviembre 2018.

(**)VILLANUEVA, Liliana. MAESTROS de la Escritura. Ediciones Godot. Buenos Aires 2018.

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