Si no somos empáticos con el presidente Pedro Castillo, difícilmente se entenderá cómo es que de un día para otro se dio un giro tan brusco, de un discurso y un mensaje presidencial concertador a la designación de un gabinete inconsulto y de choque, provocando así su primera crisis política acompañada de un rechazo casi generalizado, y también aprovechado por la oposición que había quedado con la sangre en los ojos, rumiando su rabia por haber sido derrotada en las urnas por un humilde profesor rural, a quien despreciaron y ningunearon durante toda la campaña.
Nos sorprende la ligereza y, hasta cierto punto, parece irresponsable que analistas de reputación abandonen la profundidad de sus reflexiones —a las que nos han tenido acostumbrado— para sumarse a los cantos de sirena de los que exigen o creen en un «golpe para salvar la democracia». Quebrar la democracia para salvarla de los comunistas, sin entender realmente qué está pasando, más aún, sabiendo que Castillo en su mensaje presidencial había dejado claro que no iba a gobernar con el ideario de Cerrón.
El mensaje presidencial fue radical en forma, pero conservador en contenido. Abandonó las posturas radicales de campaña, se colocó en el centro y le marcó la cancha al Congreso y a Cerrón. Al Congreso puso la Asamblea Constituyente en su terreno para, que sea resuelto dentro del marco constitucional. A Vladimir Cerrón le dejó claro que no es comunista y que no seguiría su ideario trasnochado, además de señalar que gobernaría con un gabinete de ancha base.
Al parecer esta fue la razón de la arremetida de Cerrón y de la imposición del Gabinete Bellido. Dejarlo a merced de la derecha, que pide su cabeza para que lo vaque, fue el mecanismo de presión utilizado por Cerrón para imponerse, incluso algunos señalan que habría osado exigirle al Presidente el Ministerio de Salud, cuestión que no prosperó, por las razones que todos conocemos.
Que Castillo inicie su gobierno con una mesa directiva del congreso adversa no es poca cosa. Ningún presidente ha sobrevivido a la vacancia con un congreso contrario —salvo lo haya disuelto como lo hizo Fujimori con el golpe de estado de 1992—. José de la Riva Agüero, pasando por el presidente Guillermo Billinghurst hasta Martín Vizcarra fueron vacados por Congresos donde no tuvieron control del parlamento. ¿Por qué Castillo, con la resistencia que tiene, tendría que ser la excepción?
Con la derecha controlando el parlamento —por más que en el discurso digan que van a colaborar con la gobernabilidad del país— lo cierto es que esta nueva mayoría no le dará tregua a Castillo, más aún con el nuevo gabinete liderado por Bellido.
Castillo está acorralado por la izquierda y la derecha, la estabilidad de su gobierno se debe convertir en su principal reto. Cerrar el frente interno o generar una nueva recomposición en el congreso para evitar su vacancia debe ser su prioridad. Le queda menos de un mes para iniciar un proceso de renegociación con todos los partidos que haga posible la gobernabilidad.
La agenda del gobierno planteada en el mensaje a la nación tiene que ser ratificada. No abandonar las banderas de cambio es clave para ganar espacio y consenso en la bancada de Perú Libre y también para aislar a Cerrón. Si bien Castillo con su mensaje ha dado tranquilidad a la mayoría de peruanos que veían en él un peligro y un salto al vacío, aún debe de seguir trabajando para construir un mejor escenario para la gobernabilidad.
Un error más será el inicio del fracaso de un gobierno que generó mucha esperanza de cambio en una mayoría de peruanos, sobre todo, del interior del país.