RCR, 14 de diciembre de 2024.- El antropólogo César Chino Zevallos, miembro de la Unidad de Tanatología Forense del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses del Ministerio Público, expresó que «los huesos hablan y hay que saber entender su lenguaje» al explicar la labor que realizan y que permite reconstruir la historia detrás de la muerte de una persona.
En el programa Fiscales & Ciudadanía, en RCR Chino Zevallos explicó que los antropólogos se dedican a la identificación de personas fallecidas, especialmente en casos complejos donde los cuerpos llegan como NN, esqueletizados o en avanzado estado de descomposición.
Con ocho años de experiencia en la Unidad de Tanatología Forense, el especialista explicó que observando los traumas, lesiones e incluso el tipo de instrumento utilizado en un crimen, pueden determinar la causa de muerte y la mecánica del hecho. En algunos casos, la reconstrucción del cráneo a partir de fragmentos óseos permite el reconocimiento del individuo.
El proceso de identificación en la morgue central se inicia con la dactiloscopía, pero cuando no es viable, se recurre a la antropología, la odontología y, en última instancia, al análisis de ADN. La información proporcionada por los familiares sobre señas particulares es crucial para corroborar la identidad. En casos de larga data, donde solo quedan restos óseos, el ADN se convierte en la herramienta principal.
«Para poder hacer un trabajo de identificación de personas necesitamos la presencia de un familiar, alguien que ha perdido a alguien, un desaparecido. La familia viene a morgue con el nombre de esta persona y nosotros en un sistema que tenemos realizamos la búsqueda, si no aparece en nuestro sistema pues recolectamos datos como tatuajes, fracturas, lunares, algún tipo de trauma que haya tenido en vida, a la vez también cómo ha estado vestido, lo que también ayuda muchas veces cuando recuperamos restos que están esqueletizados o enterrados», explicó.
Zevallos mencionó la complejidad de los casos que involucran a niños y cuerpos descuartizados. El análisis de estos últimos requiere determinar el tipo de herramienta utilizada, las partes del cuerpo cortadas primero y la experiencia del perpetrador.
«Hay casos que nos llaman la atención, por ejemplo, cuando los que perpetúan un hecho punible se quedan con los cadáveres mucho más tiempo. Nosotros hemos podido analizar como antropólogos, por ejemplo, cómo es que las personas que realizan actos de feminicidio guardan las cabezas de estas víctimas por un tiempo. A diferencia de los casos que son comunes, las cabezas son lo primero que desaparecen estos delincuentes», explicó.
Labor de antropólogo forense es ardua
La labor del antropólogo forense va más allá de la mera identificación. También implica informar a las familias sobre el fallecimiento de su ser querido, brindándoles la posibilidad de realizar los rituales fúnebres y encontrar la paz. La entrega del cuerpo a la familia es la culminación de este proceso, permitiendo que se cierre un ciclo de dolor e incertidumbre.
«Es un trabajo, de verdad arduo, porque nosotros también somos las personas que damos muchas veces la noticia de informar sí está el cuerpo de un familiar en la morgue. Pero es nuestra función y para eso nos hemos formado. Identificar personas y darle un nombre a estos cadáveres que muchas veces son NN nos satisface a nosotros como personas y profesionalmente», manifestó.