Nota de prensa – Unicef
· Un nuevo análisis indica que los trastornos mentales entre los jóvenes suponen una pérdida para la economía global de casi 390.000 millones de dólares al año
· En el Perú, el 73,4% de los padres o cuidadores considera que el permanecer en casa por la cuarentena afectó la salud mental sus hijos e hijas.
NUEVA YORK, 5 de octubre de 2021 – UNICEF advirtió hoy en su publicación más importante que los efectos de la COVID-19 sobre la salud mental y el bienestar de los niños y los jóvenes podrían prolongarse durante muchos años.
Según el Estado Mundial de la Infancia 2021, En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia, el análisis más completo realizado por UNICEF sobre la salud mental de los niños, los adolescentes y los cuidadores en el siglo XXI, incluso antes de la COVID-19 los niños y los jóvenes ya sufrían problemas de salud mental sin que se hicieran las inversiones necesarias para solucionarlos.
Según las últimas estimaciones disponibles, se calcula que más de 1 de cada 7 adolescentes de 10 a 19 años sufre un trastorno mental diagnosticado en todo el mundo. Casi 46.000 adolescentes se suicidan cada año, una de las cinco principales causas de muerte para este grupo de edad. Al mismo tiempo, sigue habiendo grandes diferencias entre las necesidades relacionadas con la salud mental y la financiación destinada a esta cuestión. El informe concluye que solamente alrededor del 2% de los presupuestos de salud de los gobiernos se destinan a la salud mental en todo el mundo.
“Los últimos 18 meses han sido muy largos para todos nosotros, especialmente para los niños y niñas. Debido a los confinamientos nacionales y a las restricciones de movimiento relacionadas con la pandemia, los niños han perdido un tiempo valioso de sus vidas lejos de la familia, los amigos, las aulas y los lugares de recreo, que son muy importantes durante la infancia”, dijo Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF. “Las consecuencias de la pandemia tienen un gran alcance, pero son sólo la punta del iceberg. Incluso antes de la pandemia ya había demasiados niños abrumados por el peso de una serie de problemas de salud mental a los que no se les había prestado atención. Los gobiernos están invirtiendo muy poco para atender estas necesidades esenciales. No se está dando suficiente importancia a la relación entre la salud mental y las consecuencias que se producen más adelante en la vida”.
La salud mental de los niños durante la COVID-19
De hecho, la pandemia se ha cobrado un alto precio. Según los primeros resultados de una encuesta internacional realizada por UNICEF y Gallup entre niños y adultos de 21 países –que se adelanta en el Estado Mundial de la Infancia 2021– un promedio de 1 de cada 5 jóvenes de entre 15 y 24 años encuestados dijo que a menudo se siente deprimido o tiene poco interés en realizar algún tipo de actividad.
A medida que la COVID-19 se acerca a su tercer año, las consecuencias para la salud mental y el bienestar de los niños y los jóvenes siguen siendo enormes. Según los últimos datos disponibles de UNICEF, al menos 1 de cada 7 niños se ha visto directamente afectado por los confinamientos en todo el mundo, mientras que más de 1.600 millones de niños han sufrido alguna pérdida en su educación. La alteración de las rutinas, la educación y el ocio, así como la preocupación de las familias por los ingresos y la salud, hacen que muchos jóvenes sientan miedo, rabia y preocupación por su futuro. Por ejemplo, una encuesta en línea realizada en China a principios de 2020, citada en el Estado Mundial de la Infancia, indicaba que alrededor de una tercera parte de los encuestados afirmaba sentirse asustado o ansioso.
La situación en Perú
Como en todo el mundo, la pandemia obligó a la gran mayoría de padres, madres o cuidadores a quedarse en casa junto a sus hijos e hijas. De acuerdo con el estudio “La Salud Mental de Niñas, Niños y Adolescentes en el Contexto de la COVID-19”, realizado a fines del 2020 de manera conjunta entre el Ministerio de Salud y UNICEF, el 73,4% de los padres o cuidadores considera que el permanecer en casa por la cuarentena afectó la salud mental sus hijos e hijas.
El documento señala que el 44,9% de estos cuidadores sintió la necesidad, en algún momento de la pandemia, de pedir ayuda por problemas de salud mental. El estrés producido por el encierro, la enfermedad de familiares debido a la pandemia y la crisis económica dentro del hogar fueron alguno de los motivos por lo que se habría resquebrajado su salud emocional.
La pérdida de trabajo fue uno de los grandes problemas que vivieron los padres, madres o ambos: el 49,7% no pudo conservarlo frente al 13,9% que logró mantener su empleo y sus ingresos. Otro de los factores que señala el estudio está relacionado a que 3 de cada 10 cuidadores presentaron riesgo de complicaciones por la Covid-19 y 2 de cada 10 mostraron poca capacidad para lidiar con eventos adversos ocurridos durante esta época.
Coste para la sociedad
Los trastornos mentales diagnosticados, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ansiedad, autismo, trastorno bipolar, trastorno de la conducta, depresión, trastornos alimentarios, discapacidad intelectual y esquizofrenia, pueden perjudicar considerablemente la salud, la educación, las condiciones de vida y la capacidad para obtener ingresos de los niños y los jóvenes.
Aunque el impacto en la vida de los niños es incalculable, un nuevo análisis realizado por la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, que también se incluye en el informe, revela que las pérdidas económicas debidas a los trastornos mentales que provocan discapacidad o muerte entre los jóvenes se estiman en casi 390.000 millones de dólares al año.
Factores de protección
El informe señala que una mezcla de genética, experiencias personales y factores ambientales, como la crianza de los hijos, la escolarización, la calidad de las relaciones, la exposición a la violencia o los abusos, la discriminación, la pobreza, las crisis humanitarias y las emergencias sanitarias como la COVID-19, conforman la salud mental de los niños e influyen en ella a lo largo de toda su vida.
Aunque los factores de protección, como la presencia de cuidadores afectuosos, los entornos escolares seguros y las relaciones positivas con los compañeros, pueden reducir el riesgo de padecer trastornos mentales, el informe advierte que hay importantes obstáculos, como la estigmatización y la falta de financiación, que impiden a demasiados niños gozar de una salud mental positiva o acceder al apoyo que necesitan.
El Estado Mundial de la Infancia 2021 pide a los gobiernos y a los asociados de los sectores público y privado que se comprometan, comuniquen y actúen para promover la salud mental de todos los niños, adolescentes y cuidadores, proteger a los que necesitan ayuda y cuidar a los más vulnerables, entre otras cosas mediante las medidas siguientes:
· Invertir urgentemente en la salud mental de los niños y adolescentes en todos los sectores, no sólo en el de la salud, para apoyar un enfoque basado en la prevención, la promoción y el cuidado que abarque a toda la sociedad.
· Integrar y ampliar las intervenciones basadas en pruebas en los sectores de la salud, la educación y la protección social, incluidos los programas de crianza que promueven una atención sensible y enriquecedora y apoyan la salud mental de los padres y cuidadores; y garantizar que las escuelas apoyen la salud mental mediante servicios de calidad y relaciones positivas.
· Romper el silencio que rodea a las enfermedades mentales, afrontando el estigma, promoviendo una mejor comprensión de la salud mental y tomando en serio las experiencias de los niños y los jóvenes.
“La salud mental forma una parte integral de la salud física; no podemos permitirnos seguir considerándola de otra manera”, dijo Fore. “Hemos observado que durante demasiado tiempo, tanto en los países ricos como en los pobres, no se han hecho los esfuerzos suficientes para comprender esta cuestión e invertir en ella, a pesar de que desempeña un papel fundamental para el potencial de todos los niños. Esto tiene que cambiar”.