Las personas así como las empresas necesitan cambiar divisas, invertir dinero, conseguirlo, administrarlo, pagarlo, cobrarlo, trasladarlo y guardarlo.
Es un hecho que todas las personas a partir de cierta edad entablan una relación perpetua con el dinero. Sin importar el género, edad o condición social, estamos usando instrumentos financieros constantemente y no hay diferencia si eres músico, estudiante, agricultor, químico, dentista, empresario o ingeniero, porque, independientemente de la vocación de cada ser humano, estamos destinados a enfrentarnos con situaciones mercantiles a lo largo de nuestra existencia. Las personas así como las empresas necesitan cambiar divisas, invertir dinero, conseguirlo, administrarlo, pagarlo, cobrarlo, trasladarlo y guardarlo.
Tendemos a ver el dinero como un medio para adquirir bienes y servicios y no como un bien que tiene un precio. En otras palabras, sin saberlo, la gente compra y vende dinero sin darse cuenta. Usted compra dinero cuando pide un crédito, se endeuda, pide prestado o cambia pesos por dólares porque se va de viaje. Y vende dinero cuando invierte, cuando presta e incluso cuando apuesta.
La realidad es que realizamos este tipo de transacciones casi todo el tiempo, pero ¿sabemos si estamos comprando dinero barato o caro?, ¿Cómo reconocer si vendemos nuestros ahorros a un precio justo?, ¿estamos enterados del costo del dinero?, ¿es posible que no se nos inculquen las bases para manejar adecuadamente el único recurso que con toda certeza estaremos consumiendo y produciendo constantemente? Dicho lo anterior, es necesario que conozcamos a detalle las condiciones que rodean al dinero y fomentar una cultura financiera.
Imagínese a un bodeguero de plátanos de la Central de Abasto que todos los días comercializa plátanos pero que no está muy seguro de si los está vendiendo caros o baratos por falta de conocimiento e información y que se guía por lo que le recomiendan sus amigos que ni siquiera son plataneros. De la misma manera suena ridículo pensar que si todos usamos dinero todos los días no conozcamos su precio, no tengamos la información adecuada y que acabemos pidiendo consejos al vecino o al primo sólo porque parecen ser personas razonables.
Por otra parte, resultan graciosos y al mismo tiempo preocupantes los mitos populares sobre algunas herramientas financieras muy útiles como los créditos. Hay personas que tienen satanizado el uso de las tarjetas porque no hay alguien que les explique el correcto manejo de ese instrumento. También encontramos frases célebres cómo “mejor lo guardo debajo del colchón” o “a mí no me gusta tener deudas”, cuando en realidad endeudarse en la proporción adecuada puede aportar mucha estabilidad y salud financiera e inclusive un crecimiento patrimonial.
Otro ejemplo es la contratación de seguros, que aún se encuentra muy lejos de ser una sana costumbre en nuestra sociedad y que muchas personas interpretan como un gasto inútil o innecesario, ya que por falta de información y cultura financiera no se han dado la oportunidad de conocer la oferta de seguros que existen en el mercado y que puede ayudarnos a cumplir metas y a cubrir riesgos en cualquier momento. Lo mismo sucede con vehículos como el arrendamiento financiero y los sistemas de ahorro para el retiro, aunque sería justo mencionar que se están promoviendo con mayor ímpetu últimamente.
Temas como el valor del dinero en el tiempo, inflación, tasas de interés, oferta y demanda, financiamiento, riesgo-rendimiento, apalancamiento, entre otros, probablemente deberían formar parte de la educación media superior ya que, como dije anteriormente, no importa a qué te dediques, la falta de conocimiento de estos conceptos te puede llevar a tomar decisiones equivocadas o poco acertadas.
Diario El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)
Fuente: Gestión