La fase eufórica de los mercados comenzó a primera hora de la mañana del 9 de noviembre, cuando el presidente electo, Donald Trump, dio su discurso de aceptación. Duró hasta mediados de diciembre, señaló Mohamed El-Erian.
Los movimientos post electorales de las acciones estadounidenses han estado fuertemente influidos por la política. Primero subieron, y luego se negociaron a una menor escala.
Ahora, los mercados han entrado en un periodo de mayor volatilidad, respaldado por un forcejeo entre las expectativas de políticas reflacionarias y el riesgo de caer en la estanflación. Dónde acabemos será una cuestión predominantemente política.
La fase eufórica de los mercados comenzó a primera hora de la mañana del 9 de noviembre, cuando el presidente electo, Donald Trump, dio su discurso de aceptación. Duró hasta mediados de diciembre.
Las declaraciones de Trump en el Hotel Hilton fueron conciliadoras en tono, y estuvieron notoriamente a favor del crecimiento en contenido. Calmaron a los mercados, que habían estado preocupados por la retórica de su campaña, en especial cuando se trataba de la imposición de tasas de importación prohibitivas sobre China y México, el desmantelamiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la cancelación de acuerdos de comercio bilaterales.
Tras haberse vendido drásticamente en el periodo previo al discurso de aceptación, los futuros de Dow eliminaron una caída de 800 puntos y el índice S&P 500 se recuperó desde su límite a la baja, comenzando lo que resultó ser una impresionante subida del mercado que registró récords para los índices principales.
La primera fase fue alimentada por las expectativas de que, después de años de frustrante estancamiento en el Capitolio, el presidente y las mayorías republicanas en ambas cámaras del Congreso trabajarían de forma constructiva para liberar el importante potencial de la economía estadounidense.
Los mercados interiorizaron las expectativas de mejoras en el crecimiento y la inflación provocadas por las medidas políticas, y su repercusión en forma de mayores ingresos corporativos y un mayor poder de fijación de precios.
También se esperaba que las acciones recibirían un impulso de una mayor actividad de recompra, gracias a las políticas que animaban a las compañías a repatriar dinero que acumulaban en el extranjero. Y todo esto también alimentó una subida del dólar y de los rendimientos de los bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Fase II: Mercados en consolidación
Los anuncios de medidas no llevan muy lejos en el mercado de activos, en especial cuando el presidente electo aún no ha asumido el cargo.
Por esto, desde mediados de diciembre hasta la investidura de Trump el 20 de enero, las acciones se intercambiaron en un rango mucho más estrecho, mientras que los mercados esperaban información sobre el plan detallado de las medidas y su implementación.
El dólar perdió parte del avance y los rendimientos también retrocedieron una parte de su pronunciado movimiento al alza.
Fase III: Mercados más crispados
Después de la investidura, los mercados se volvieron más inquietos, con movimientos de subida o bajada más pronunciados, dependiendo de los últimos indicadores de política.
Por un lado, por ejemplo, la señal de desregulación que dio la orden ejecutiva sobre oleoductos llevó a los índices principales a nuevas cifras récord; entre ellos, un movimiento del Dow por encima del hito de 20,000.
Por otro lado, las preocupaciones acerca del proteccionismo, avivadas por los rumores de un arancel de un 20% sobre México o el veto de viaje que afecta a siete países, han hecho caer las acciones. En ambos casos, las alteraciones fueron mayores de las que se experimentaron en la segunda fase.
Hay una cuestión más importante en juego, y sus implicaciones van mucho más allá de los mercados financieros.
Ahora que la base de un crecimiento bajo e insuficientemente inclusivo se ha vuelto menos segura debido a factores económicos, financieros, institucionales y políticos (ya he hablado sobre este problema en otros artículos), la economía impulsada por medidas podría estar acercándose a un punto de inflexión: una reflación beneficiosa o una estanflación dañina.
Concretamente, la implementación de una serie bien diseñada de políticas, construidas en torno a las tres iniciativas más repetidas del presidente (reforma fiscal, desregulación e infraestructura), desatarían fuerzas reflacionarias que confirmarían la valoración actual de activos, y podría llevarlos mucho más arriba si el resto del mundo también mejorara su conjunto de políticas.
Si, sin embargo, Estados Unidos cayese en el proteccionismo y las guerras comerciales, los mercados perderían gran parte de sus recientes ganancias, y, quizá, incluso podrían registrar una caída excesiva.
A dónde vayan los mercados a partir de aquí es, por tanto, una cuestión de políticas más que de cualquier otra cosa, con una dimensión estadounidense y otra internacional. Les dejo a ustedes la conclusión.
Me limitaré a una sencilla observación: tras haber esperado pacientemente durante bastante tiempo, los mercados están ahora mucho más crispados y apuntan hacia un periodo de mayor volatilidad para operadores e inversores.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.
Fuente: Diario Gestión