En términos de efectividad -y hasta de reputación-, tu obsesión por contestar a cada mensaje, y por atender al minuto los ‘post’ y entradas de tus amigos y seguidores puede llegar a arruinar tu vida laboral.
Si tu participación en las redes sociales y el uso que haces de determinadas herramientas tecnológicas tiene que ver más con ladrones de tiempo que con una gestión efectiva de éste… tienes un problema. Y quizá ha llegado la hora de la desintoxicación para que tu carrera no se resienta.
Guillem Recolons, socio de Soymimarca, recuerda que “el fenómeno del downshifting -reducir la marcha, vivir con menos- arrecia de nuevo con la superconectividad creciente de los entornos digitales. Si ya era importante en sus orígenes mantener un equilibrio entre lo laboral y lo privado, entre lo material y espiritual, ahora se alzan voces que claman incluso por recuperar los viejos terminales móviles sin conexión a internet para tener un mayor control de la gestión de nuestro tiempo y, sobre todo, de nuestras prioridades”.
Recolons se pregunta si somos dueños de nuestra vida o si las interrupciones permanentes en forma de alertas, avisos y demás se adueñan de nuestro tiempo: “Muchos hemos caído en el fenómeno de la sobresaturación de información, que no procede únicamente de las redes sociales clásicas como Twitter, Facebook, LinkedIn o Instagram, sino también de plataformas digitales como WhatsApp, de nuestro correo electrónico y de las nuevas redes que nos avisan siempre de que alguien a quien seguimos emite un vídeo en directo (Periscope, Facebook o Instagram)”.
Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal, cree que “una cosa es ser accesible y otra estar disponible para cualquiera que quiera hacernos una consulta o petición”.
Por eso recomienda practicar el “No”: “De la misma forma que una empresa no regala su producto o servicio a cualquiera que se lo solicite, un profesional debe poner sus límites y centrar su conversación en aquellos a los que quiere influir”.
También añade que “aunque hay quien piensa que las redes sociales no son más que un reflejo de lo que ocurre en el mundo real, y que no ocurre nada distinto de lo que sucede en una conversación en la calle, esto no es cierto. Por un lado, el alcance va a ser mucho mayor y no se va a limitar a tu interlocutor directo.
“Por otra parte, comunicarse tras una pantalla genera una falsa sensación de seguridad que puede provocar que se digan más cosas de las convenientes. Esos dos factores convierten a las redes sociales en un campo de minas para un profesional si no las utiliza adecuadamente”.
En este sentido, Pérez hace notar que la facilidad para enviar mensajes en las redes sociales, junto con una mala gestión de las emociones puede provocar que un profesional lance mensajes, información o comentarios que pueden dañar su prestigio en un instante: “El lado positivo es que, si antes de cometer ese error lleva tiempo hablando de su profesión y dando pistas sobre sus logros, puede contrarrestar el efecto negativo justificando que ese mal paso sólo es una piedra en un camino muy largo”.
Los expertos ofrecen algunas recomendaciones que según Eva Collado Durán, consultora estratégica de capital humano, pueden ayudarnos a curar la enfermedad de mirar 150 veces de media al día nuestro smartphone.
Collado sugiere precisamente quitar las alarmas y señalizaciones que nos invitan a mirar constantemente. La experta recomienda mirar Gmail sólo dos veces al día. La primera, para ordenar los mensajes por urgentes e importantes. Éstos últimos pueden esperar al día siguiente, y los urgentes se contestan la segunda vez que mires.
Guillem Recolons sugiere determinar qué fuentes de información, y por tanto de interrupción, son prioritarias para nosotros: llamadas telefónicas de alguien de nuestra lista; llamadas que no identificamos, y que puede ser spam, pero también alguien que nos trae buenas noticias; medios tradicionales; correo postal; correo electrónico; mensajería instantánea (desde aplicaciones como WhatsApp, Telegram o Line hasta los mensajes directos de Messenger, Twitter, o Instagram); redes sociales (menciones directas, etiquetados en fotografías o vídeos); smartphone (notificaciones procedentes de apps, de redes sociales, correo electrónico, WhatsApp); o medios de comunicación digitales.
A esto Recolons añade colocar nuestra agenda por encima de cualquier fuente de información, dejando que ésta se interrumpa únicamente por aquellas que hemos situado como prioritarias. Se trata de dejar un tiempo para cada cosa. Si las redes sociales no son importantes para nosotros lo adecuado sería destinar un tiempo no preasignado a otras tareas.
También propone eliminar las notificaciones en el smartphone. Significa que cuando quieras ver algo o a alguien, lo harás siguiendo tu voluntad y tus prioridades de tiempo. En WhatsApp y aplicaciones similares, por ejemplo, se pueden “silenciar” grupos (lo más temible) para no estar constantemente mirando el terminal.
Por su parte Andrés Pérez Ortega recomienda gestionar adecuadamente las “3p”: Profesional, personal y privado, centrando nuestros mensajes en las redes sociales en ofrecer opiniones personales sobre temas profesionales pero sin hablar de temas privados (política, relaciones sentimentales o creencias religiosas), porque podrían machacarte con eso en momentos complicados.
Pérez añade que cada vez que alguien hace “Me gusta” en Facebook o Instagram, sigue a alguien en Twitter o hace una recomendación en LinkedIn está uniendo su reputación con la de la persona recomendada y eso supone un riesgo. Conviene utilizar las redes como un profesional YO S.L. y no hacer “Me gusta” a alguien sólo porque te sigue.
Diario Expansión de España
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