Los motores del cambio son los que pagan las cuentas de los hospitales —las aseguradoras y el Gobierno—, que buscan recortar los costosos internamientos en hospitales con una combinación de restricción de reintegros e incentivos.
(Bloomberg) Los dos quirófanos relucientes de este hospital en Kingston, Nueva York, todavía lucen flamantes a siete años de haber sido construidos por US$5 millones: nunca vieron a un solo paciente y nunca lo verán.
Con un nivel de ocupación de poco más del 50%, el hospital de 150 camas, su centro quirúrgico y un departamento de emergencias reformado en el 2011 por US$ 6 millones cerrarán y se modernizarán para transformarse en lo que su nuevo dueño describe como un “centro médico” de servicios para pacientes ambulatorios, como fisioterapia y servicios de salud conductual.
Ahora, con el triunfo electoral de Donald Trump y su promesa de revocar Obamacare, los hospitales son más vulnerables que cualquier otro prestador de atención médica a los grandes cambios que se avecinan, en tanto podrían perder los fondos públicos y enfrentar un aumento de la cantidad de pacientes sin seguro o menos rentables.
“Es un contexto muy difícil para los hospitales”, dijo Jason McGorman, analista de Bloomberg Intelligence. “Tienen que meterse en otras áreas y negocios para liberar dinero y generar mejores márgenes que con la hospitalización, que se transformó en un negocio de crecimiento lento”.
Adaptación o muerte
Se está trasladando todo tipo de servicios fuera de los hospitales: reemplazos de cadera y rodilla, reparaciones de válvulas cardíacas y hasta partos.
En Nueva York, Mt. Sinai Health System, que cerrará un hospital con 856 camas para reabrir en el mismo lugar como una institución con 70 camas, tiene un programa que brinda atención de nivel hospitalario en las casas de los pacientes por problemas como insuficiencia cardíaca y celulitis infecciosa.
Los motores del cambio son los que pagan las cuentas de los hospitales —las aseguradoras y el Gobierno—, que buscan recortar los costosos internamientos en hospitales con una combinación de restricción de reintegros e incentivos.
El programa Medicare, para los ancianos, es el mayor pagador de servicios médicos del país, pero bajar los costos de Medicaid, un programa para los pobres financiado de forma conjunta por el Gobierno federal y los estados, también es prioridad.
Algunos estados —como Nueva York, Texas y California— están tan ansiosos por disminuir los costos de Medicaid que otorgan a los sistemas hospitalarios millones de dólares para que rediseñen la atención de forma tal que baje la necesidad de camas.
Las instalaciones rurales, que normalmente suelen presentar márgenes más bajos, son las más vulnerables, y su cierre impacta en la sociedad porque obligan a los pacientes a viajar para recibir atención de emergencia. Más de 600 hospitales rurales corren peligro de cerrar por sus finanzas.
Al ritmo actual de cierres, más de un cuarto de esas instituciones cerrará sus puertas en menos de diez años, según la National Rural Healthcare Association, que monitorea la cifra.
“El hospital es el nexo del sistema de salud”, dijo Mark Holmes, director del North Carolina Rural Health Research Program. “Si se va de la ciudad, también se irán los médicos que atienden allí”.
Fuente: Diario Gestión