Fuente: Agencia Andina
Un silencio aterrador reinaba el lunes en el Trastevere, el barrio de «la movida» en Roma, que amaneció con bares y restaurantes cerrados, las calles desiertas y la gente encerrada en sus casas, tal y como dispuso el gobierno para contener la epidemia de coronavirus. Vea aquí la galería fotográfica.
«No tenemos otras armas. Tenemos la misma que se usó en siglo XIV contra la peste negra. La de evitar el contacto con los demás», resumió en la radio pública RAI3 Carlo Palermo, del sindicato de médicos Anao Assomed al comentar las medidas de aislamiento adoptadas la víspera para todo el país.
La histórica e inédita decisión, tomada ante el vertiginoso ascenso de los contagios en Italia —que el lunes subieron a 9.172 con 463 decesos- genera sentimientos encontrados entre la población, desde pánico y consternación pasando por la avidez, la indiferencia, pero también por la solidaridad y una suerte de optimismo.
«No estamos preparados para un evento de estas proporciones. Esto es peor que una guerra. Es algo mundial y el enemigo es invisible. Es como si hubieran llegado los extraterrestres porque para una gripe en el invierno ya tenemos la vacuna», confiesa a la AFP Raffaelle Scaramella, un empleado del Instituto Superior de Salud mientras se dirige a su casa tras hacer unas compras.
Después de que el jefe de gobierno Giussepe Conte anunciara la noche del lunes que el país entero quedaba en situación de aislamiento, como ya lo estaban Lombardía y otras 14 provincias del norte, los supermercados que abren las 24 horas al día fueron prácticamente asaltados.
«La salsa de tomate, el atún y el papel higiénico son los productos más vendidos además del gel desinfectante», comentó Michele, mientras colocaba en las estanterías vacías del supermercado paquetes de pasta.
El temor a la escasez de alimentos, a una suerte de estado de sitio contra el enemigo invisible, el COVID-19, obligó al gobierno a divulgar una nota este lunes que explica que los supermercados permanecerán abiertos y serán abastecidos «regularmente».
Pese a la atávica indisciplina de los romanos, la mayoría cumple las disposiciones, conversan respetando la orden de mantener al menos un metro de distancia y circulan pocos automóviles.
«Todos en casa»
Los bares y las oficinas de correos están medio vacíos, así como los autobuses, donde los pasajeros usan mascarillas y guantes de plástico.
Los desplazamientos quedaron prohibidos en todo el territorio y solo se permitirá viajar dentro de Italia por motivos justificados de trabajo, por cuestiones de salud y por otras razones de urgencia comprobadas.
Bajo el lema «todos en casa» para detener la epidemia de coronavirus, la movida en el conocido y céntrico barrio de los jóvenes ha sido suspendida y la mayoría de las numerosas residencias de vacaciones están vacías.
«Me cancelaron todas las reservas hasta abril», cuenta Sara Matteuzzi, de 30 años, quien administra tres apartamentos en la zona.
«Quedé prácticamente desempleada», lamenta.
Pero mientras el sector del turismo sale golpeado, otros descansan del asedio permanente.
«SÍ, hay que estar en casa. Es que de esta experiencia va a salir un mundo mejor, más unido, más solidario, más humano, que aprende el valor de contar con los demás, de la familia», sostiene Elena Boero, residente en uno de las típicas calles de Trastevere, mientras pasea al perro «justo el tiempo necesario» y goza el barrio curiosamente más limpio.
En uno de los desgastados edificios del barrio una nota escrita a mano pegada en la puerta resultaba conmovedora: «A la atención de los ancianos en el edificio: estamos listos para ayudarlos con sus compras y comisiones. Tommaso y Giulia».
«Tomo todo esto con filosofía», confiesa por su parte el taxista Francesco, de 54 años, quien ha trabajado muy poco en toda la jornada.
Los titulares de los principales periódicos italianos del martes son de todos modos poco tranquilizadores.
«Ahora toda Italia está cerrada», titula el principal diario de la península, Il Corriere della Sera. «Todos en casa», resume el diario de izquierda La Repubblica, que califica de «tratamiento de choque» la medida.
En el Vaticano, a pocos kilómetros, la vida también se ha detenido y la inmensa basílica de San Pedro, meta del turismo mundial, está cerrada.
Una decisión tan impactante como el video del papa Francisco celebrando solo la misa diaria en la capilla de su residencia Santa Marta en el Vaticano.
«Oremos al Señor por nuestros sacerdotes, para que tengan el coraje de salir y visitar a los enfermos», instó el papa después de que el gobierno prohibiera también las misas y los funerales hasta el 3 de abril.