Parecía imposible, pero al final es verdad: le han elegido y es tu jefe. La mala fama le precede y tu vida profesional puede ser un infierno… Tienes varias posibilidades para lidiar con la llegada del nuevo mando.
Acaba de llegar y nadie lo esperaba. Se rumoreaba que podría pasar, pero pocos daban crédito a la posibilidad de que el nuevo jefe pudiera ser él, o ella. Pero lo es.
Ahora mismo piensas que es lo peor que te podía pasar y que probablemente no lo aguantarás. Quien acaba de llegar no te ayudará precisamente a que te desarrolles desde el punto de vista profesional. No es un verdadero líder, ni un generador de espacios emocionales en los que puedas liberar tu talento. Pero es tu jefe. Te ha tocado, y tendrás que afrontarlo. Y vivir con ello varias horas al día, cada día.
La decisión de ser profesional a pesar del mando.
Una primera opción es obviar la incompetencia y la toxicidad del nuevo superior. Puedes decidir actuar con suma profesionalidad y tratar de brillar… A ver qué pasa… Para empezar, el jefe recién llegado necesitará confiar en ti. Empieza por no decir que vas a hacer lo que no seas capaz de cumplir.
También puedes tomar la iniciativa, sin esperar a que te encargue algo. Sé proactivo; evita ser el cenizo y el que ve un problema en cualquier asunto.
Demuestra que eres competente. El nuevo mando tendrá necesidad de detectar quiénes son los eficaces, no solo en las grandes cuestiones, sino también en los pequeños detalles. Eso sí, cuando decidas asombrarlo con tu eficacia, ten en cuenta dónde pones el listón. No viene mal una cierta gestión de esa eficacia. Sobre todo cuando no sabes muy bien quién es y cómo es el nuevo jefe. En ese sentido, quizá no te convenga dar la imagen de que eres capaz de resolverlo todo. Lo ideal sería descubrir que eres competente en un área determinada que tu superior valora especialmente.
¿Y si chocas abiertamente y el conflicto es muy claro?
Puede ser que la profesionalidad no sirva de nada, y que la actitud positiva choque con un jefe con el que desde el principio sabes que tendrás una relación tóxica. Ante esta evidencia, cualquier experto te dará el mismo consejo.
La primera posibilidad si se diera este caso es bastante evidente: márchate de la empresa, porque si no lo haces, tu talento quedará desaprovechado. Y si te vas de la compañía, debes hacerlo bien. Saber irse, a pesar de un jefe incompetente, es fundamental si buscas otro empleo, o incluso para reservar la posibilidad de volver en otro momento, con otras circunstancias.
Pero hay otras posibilidades (que evidentemente no son agradables): una de ellas es fingir. Disimula y actúa, tratando de hacer lo que le agrada a tu jefe.
Otra opción es la simple resignación, asumiendo con calma esa nueva situación, con la esperanza de que el inútil se vaya o tú dejes de depender de él. Aquí debes de tener en cuenta que el grado de supervivencia de un mal jefe en su puesto puede ser muy alto. La esperanza es lo último que se pierde, pero quizá debas invertir mucho tiempo en la espera. Valora esto mientras sobrevives y encuentras otro trabajo o logras cambiar de lugar en la compañía.
Escapar dentro de la propia empresa requiere tener ciertos contactos o un padrino que te facilite la salida a otro departamento.
Un consejo más arriesgado y radical es que pases a la acción y trates de influir para que ese jefe se vaya. Para eso tendrás que buscar algo más que un buen padrino o ciertos contactos. Necesitas verdaderos aliados. Y debes tener en cuenta que esa opción puede incluir la posibilidad de desacreditarle, algo que podría dañar tu imagen si finalmente tú te quedas y él se va.
Otra posibilidad es tratar de descubrir aspectos positivos en la convivencia profesional con ese mando tóxico. Puede potenciar competencias como el propio riesgo de enfrentarte con ese superior, y eso te puede llevar a no conformarte con el simple hecho de estar en ese trabajo.
También podría impulsar tu automotivación, porque tiendes a autorregularte y a tomar distancia emocional.
¿Vas a decirle lo que piensas realmente?
Si te decides a hablar con claridad (con extrema claridad incluso) con el jefe recién llegado, ármate no sólo de valor sino también de cierta prudencia. Cualquier queja que emitas debe ser concreta y ha de tener un objetivo: que algo cambie. Todo arranque de sinceridad debe basarse siempre en hechos, y nunca en juicios o interpretaciones.
Si te atreves a decir lo que piensas debes ser asertivo. Esto implica la capacidad de decir lo que piensas, pero buscando la forma, la manera y el lugar. Los expertos hablan del “vómito tóxico”. Eso es justamente lo que debes evitar.
Convertirte en un adulador, a la larga, te arruinará la vida
Quizá pienses que con ese jefe tóxico e incompetente que acaba de llegar por sorpresa la mejor estrategia es la adulación. Convertirte en un adulador. No lo hagas, porque a largo plazo te perjudicará gravemente. Para empezar, ser demasiado dócil, o inofensivo, ser un parásito emocional que trabaja lo justo para agradar al jefe, te llevará finalmente por un camino peligroso. El adulador sufre una transformación que le conduce a ser cada vez menos profesional.
Además, el adulador termina por ser víctima de ese jefe al que trata de agradar falsamente. Un mal jefe (uno bueno tampoco) no valora, ni respeta al adulador. Más bien lo usa como sustento de su ego, pero terminará abandonándolo.
Diario Expansión de España
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