Me anima a compartir estas reflexiones, la verificación de dos importantes hechos de carácter internacional, siendo el primero la incapacidad de la ONU para haber impedido o por lo menos evitado el artero ataque de la Federación Rusa a Ucrania y, el segundo, también su incapacidad para solucionar la gravísima crisis a la que nos referimos.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue creada en San Francisco, el 26 de junio de 1945, ya con cerca de ochenta años de existencia y, en su carta constitutiva tiene por objetivos el mantener la paz y seguridad internacional, la protección de los Derechos Humanos, el suministro de ayuda humanitaria, la promoción del desarrollo sostenible y la defensa del Derecho Internacional, entre otros.
Adicionalmente y de importancia singular, tiene a su cargo el arreglo pacífico de las controversias internacionales, léase conflictos y también guerras, al igual que preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra.
En los años 1963, 1965 y 1971 la Carta de la ONU recibió algunas modificaciones, en el ánimo de hacerla más operativa, pese a lo cual existe la sensación generalizada, de que no ha sido capaz de cumplir con sus objetivos y funciones, salvo en temas complementarios como pueden ser la cultura, la infancia, la agricultura y algunos otros como la salud, aunque en este último tópico con notorias deficiencias sobre todo para enfrentar la pandemia que aún sufrimos, y en que no se logró atender como se debería a la población de los países que llamaríamos “críticos”, dejándose que las vacunas sean objeto de apetencias lucrativas exorbitantes y precios ocultos a través de los convenios de confidencialidad con los países urgidos de vacunas.
Quizás una de las causas más resaltables de las deficiencias de las Naciones Unidas de cumplir con su razón de ser de preservar la paz, es la conformación del Consejo de Seguridad, en que pocos países, en lo individual, tienen la opción de veto. Justamente son los países que tienen dicho atributo, los que están permanentemente en condiciones de violentar la paz, sea oficializando conflictos o simplemente esconderlos detrás de infinidad de pretextos.
En plena conflagración bélica entre Rusia y Ucrania, en que esta última ha sido grosera y brutalmente invadida, recibíamos la noticia de que la ONU, a través de sus “expertos” felicitaron al Perú por la declaración del “Ojo que llora” como patrimonio cultural de la Nación (página 29 La República del 25/02/22). ¡De locos!
Como si la contienda bélica a la que nos referimos no requiriese una acción sustantiva de la ONU, simplemente el 2 de marzo su Asamblea General aprobó una condena lírica por la invasión rusa, con la jerga edulcorada que ya nos tiene acostumbrados con los consabidos: “condena”, “deplora”, “demanda” y demás similares que solo servirán para tranquilizar conciencias, pero no para resolver la guerra y recuperar la paz.
Podríamos concluir afirmando que se requiere repensar la ONU y hacer su reingeniería a fin de que no sea más un adorno internacional, sino una herramienta que preserve la paz.