Fuente: Andina
En los centros más alejados se instalaron 30,000 kits fotovoltaicos
Antes, en Gilatamarca, centro poblado del puneño distrito de Ácora, había que vivir pendiente de no dejar las velas encendidas por las noches. Un pestañeo podía originar un incendio casero.
La historia viró 180 grados. Hoy, adyacente a los techos de latón a dos aguas de cada casa, brilla un panel solar. Y la luz eléctrica, a la que Thomas Alva Edison dio impulso industrial en el siglo XIX, dos siglos después, llega a esta y otras localidades de Puno.
En la comunidad lacustre de los uros, en el lago Titicaca, si antes un artesano se demoraba dos meses en elaborar una balsa de totora para 30 personas, hoy, que ya puede ganarle algunas horas a la noche, las confecciona en la mitad del tiempo.
Por algo le llaman tecnología: mejora los procesos productivos. En Gilatamarca y otras comunidades altoandinas, el hilo de lana elaborado con la rueca tradicional, a fuerza del pulso de las campesinas, no era uniforme. Por tanto, sus chompas tendían a ser más toscas. Los peruanos son creativos, y gracias a los paneles han adaptado un motor eléctrico de corriente continua a sus ruecas: los hilos de sus madejas de lana ya son más fijos y las chompas más suaves.
“La conexión a la energía eléctrica les cambia la vida”, dice el ingeniero Hugo Sulca, a cargo de la Dirección General de Electrificación Rural del Ministerio de Energía y Minas (MEM).
Buen uso productivo
El personal de esa dirección del MEM capacita a estas poblaciones alejadas donde por primera vez llega la electricidad, para que no solo enciendan la televisión, la radio o un foco, sino también para que desarrollen actividades productivas.
El ingeniero Sulca habla de los avances de este sector poco visibilizado, pero que en 2018 verá por vez primera un mundial de fútbol desde sus poblados. Este año, el MEM ha dado cobertura en electrificación rural al 81.5% del territorio nacional y se ha ampliado la oferta de energía eléctrica, que ha sumado 1,393 localidades, donde viven 191,405 peruanos.
Energía fotovoltaica
Para la electrificación rural, el MEM utiliza, sobre todo, los sistemas convencionales, por medio de proyectos de tendido de redes.
En estos casos, las empresas distribuidoras de energía, a las que se transfiere la infraestructura, deben promover también otros usos de procesos productivos o tecnologías para rentabilizarse, ya que el consumo de electricidad es poco en el ámbito rural.
Pero para los poblados “muy dispersos y alejados” se adopta el sistema fotovoltaico.
El director Sulca comenta que en marzo de este año se inició “de manera más agresiva” la instalación de sistemas fotovoltaicos. Y se termina 2017 con la instalación de 30,000 de estos kits, que instalados pueden costar 6,000 dólares, dependiendo de la ubicación geográfica.
Sulca informa que el MEM ha hecho una propuesta y para 2019 se debe contar con 200,000 sistemas fotovoltaicos instalados en las áreas rurales.
Dentro de lo planificado por el sector, la inversionista italiana Ergon, ganadora de la operación, instalará otros 100,000 sistemas en 2018 y la diferencia se terminará en julio de 2019.
Labor efectiva
El proceso para que llegue la electricidad a un pueblo demora tres años.
Antes se alargaba porque el MEM identificó que los profesionales presentaban expedientes con muchas deficiencias técnicas, por lo que debían descartarse.
Ante esta realidad, el MEM ha optado por dar modelos de proyectos ya aprobados para que ingresen su información adecuada en la zona geográfica y así facilitar el acceso de más peruanos a la electricidad.