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Ser ‘workaholic’ no siempre da resultado

Estar atento al correo 24 horas al día, 7 días a la semana no te hace más productivo, te convierte en un enfermo. Los adictos al trabajo no sólo ponen en riesgo su integridad física y mental, también la paciencia y el rendimiento del resto del equipo.

Relájense y tómense un respiro, son órdenes del jefe. ¿Imaginas que te llega esta circular a tu correo de empresa? Deja de fantasear, porque la historia es real y está protagonizada por los empleados y la cúpula directiva deJPMorgan, un banco de inversión estadounidense que en enero de este año anunció una iniciativa bastante inusual:animar a sus profesionales a dejar de trabajar los fines de semana y los días libres, siempre y cuando no hubiera que cerrar ningún acuerdo inminente. La adicción al trabajo es real y, como demuestra el caso de la entidad financiera, también puede generar problemas en los equipos.

Cierto es que ha cambiado tanto el mapa laboral y nuestra relación con el trabajo que ahora es complicado distinguir entre el workaholic del enganchado a su puesto, del happyshifter, del intraemprendedor, del apasionado, etcétera. De ahí que, para empezar, haya que delimitar con claridad qué es un adicto al trabajo. Según José Manuel Casado, socio fundador de 2C Consulting, un workaholic “suele ser una persona difícil que se caracteriza por tener una relación obsesiva por su trabajo. Son esos profesionales que de forma gradual pierden estabilidad emocional y se convierten en adictos al control y al poder en un intento por alcanzar el éxito”.

Una degeneración que puede llevar a la frustración por cambios de dirección súbitos que no responden a una estrategia bien pensada. Algo que cree Montse Ventosa, socia directora de Grow, para quien un workaholic “es impredecible y, por tanto, algo veleta, lo cual hace que gran parte de la energía del equipo se centre más en este tipo de personas que en hacer un buen trabajo. En cierto modo, estos empleados roban demasiada energía”. De ahí que compañías, como en el caso de JPMorgan, intenten aplacar sus ansias de control laboral.

“Cuando unos pocos mandan mails a todas horas, están pendientes de todo, incluso los fines de semana, y no paran, acaban por generar al resto de compañeros un estrés porque no pueden seguirlos. Probablemente también produzcan descoordinación y pueden acabar inmersos fácilmente en crisis de ansiedad ya que el cuerpo, y el cerebro, tienen un límite y si no se les deja reposar y recuperar acaban agotados, lo que resta agilidad e inteligencia”, avisa Paco Muro, presidente de Otto Walter.

Mitos
Está comprobado que estar más tiempo en el trabajo no significa mayor productividad. Para muestra, las jornadas maratonianas de los profesionales españoles frente al resto de la Unión Europea y su traducción en el rendimiento. “Ser un profesional que consigue resultados no supone ser un workaholic.

Hay que pasar de lo rutinario a lo estratégico. Los buenos trabajadores gestionan especialmente bien los imprevistos y las pérdidas de tiempo”, indica Casado quien cree, además, que habría que erradicar la cultura del presentismo tan enraizada en la sociedad española. Montse Ventosa considera que hay ciertos mitos alrededor de los adictos al trabajo que deberían romperse: “No trabajan más ni mejor;no están enganchados a la empresa, muchos incluso la critican y son tóxicos;muchos que parecen enganchados con la organización, y lo están, no son workaholic; y etiquetar a aquel que trabaja mucho como adicto es un error”. Sin embargo, aunque está demostrado que ser adicto al trabajo no reporta mayores beneficios a la empresa, esta conducta sigue siendo el estándar para muchas compañías.

Una cultura que Ventosa llama “del alto rendimiento aparente y se relaciona con ir corriendo a todas partes, llegar tarde, dar una sensación de estar desbordado porque eso da la apariencia de trabajar mucho. En este escenario los workaholic también pasan por aparentes trabajadores de alto rendimiento”.

Carolina Mouné, responsable de recursos humanos de Adecco Office, avisa que a los perfiles enganchados al trabajo suele asociárseles una serie de patologías en base a tres niveles:“en términos cognitivos pueden padecer depresión, ansiedad e irritabilidad; a nivel fisiológico sufren dolores de cabeza, estrés, dificultad para dormir, hipertensión, etcétera; y en cuanto a la capacidad motora se caracterizan porque necesitan hacer muchas cosas, no pueden estar sin trabajar”.

Además, algunos estudios identifican ciertas profesiones como propensas a encontrar este tipo de perfiles, dice la directiva de Adecco. En este sentido, Mouné señala a “médicos, periodistas, abogados, ejecutivos de grandes multinacionales y profesionales liberales”. En cuanto al perfil demográfico, “afecta más a hombres que a mujeres, aunque este aspecto poco a poco se va equilibrando. Y a edades comprendidas entre los 35 y los 50 años”.

Temor a perder el trabajo, presiones familiares, alta competitividad, fuerte necesidad de conseguir éxito, educación familiar y un largo etcétera conformar el abanico de razones o excusas que encuentra un adicto al trabajo para explicar una patología que, irónicamente, no genera más beneficios a la organización.

Diario Expansión de España
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)